Tras coger un bus de una hora a Hai Phong y un ferry de 2 horas y media, nos plantamos en Cat ba, la isla más grande de la bahía de Halong.
Lo que más nos sorprendió fue el silencio. Nada más montarnos en el barco (y eso que los vietnamitas son bien ruidosos), nos dimos cuenta de que no se oían los pitos y el aire era puro. Una gozada! Al llegar, lo primero que hicimos fue buscar un hotel. Por 6 $ encontramos uno con unas vistas increíbles.
Las playas dejaban un poquito que desear. Son más bien calitas, y con algunas piedras. Nada del otro mundo, la verdad. Pero suficiente para relajarse del caos y la polución de la capital.